Subió
al colectivo con la leve impresión de que la encontraría. Miró entre la gente,
pero no, no estaba. Eligió el último asiento y observó como el cielo gris amenazaba con llover.
De
pronto, casi sin querer, un recuerdo se apodero de él. Esa tonta discusión,
donde sabía exactamente cuando había comenzado y solo sonrió.
Corrió el vapor del vidrio con su mano izquierda, cuando se dio cuenta de que faltaban solo dos cuadras
para volver a verla.
De
pronto y casi de manera involuntaria, se puso nervioso.
¿Cuánto tiempo había
pasado? ¿Un día? ¿Dos? No lo sabía. Su orgullo no le permitiría decirle que la
extrañaba y no quería que ella lo notara.
Bajo del
colectivo y se detuvo a comprar uno de los últimos ramos de flores que quedaban
a esa hora de la tarde. Lo escondió
debajo de su piloto, cuando de pronto, comenzó a llover.
Caminaba
con la mirada en el piso, evitando las baldosas flojas y los charcos traicioneros.
Hasta
que de pronto la vio.
Se
quedó mirándola unos segundos sin saber que decirle.
Una
leve sonrisa dibujo su rostro, cuando le dió el ramo de flores que tenía
escondido. Lentamente se arrodilló, la acaricio y se marchó dejando la tumba
atrás, prometiendo volver el mes que viene.
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