Pateo
la pelota tan alto, pero tan alto, que en su caída se trajo algo parecido a un
tacho de luz. Si, como en aquella película, donde todo era una show, y de
pronto cayo un tacho de luz desde el cielo. La pelota venia complicada y sin
dudar pateo lejos. Fuerza siempre tuvo en su pierna derecha, pero nunca creyó
que tenía tanta. Todos en la cancha quedaron atónitos al ver como la pelota
blanca se alejaba hasta convertirse en un punto negro casi invisible y perderse
en el cielo. La fuerza de la gravedad hizo el resto y con la pelota, como ya
dijimos, vino el objeto. Primero cayó el tacho y de casualidad no le pego a
nadie. Pararon el partido y todos se quedaron
atónitos en la mitad de la cancha, preguntándose de donde había venido aquel
artefacto. De pronto cayo la pelota y le pego en la cabeza a uno de los
jugadores, lo que causo la risa general. Uno de los jugadores, haciéndose visera
con las manos, noto algo distinto en el cielo. En todo el paño celeste, había
un cuadradito negro. Como si la parte de una pantalla no funcionara, bueno, así
estaba el cielo. Los demás también levantaron la vista y vieron el mismo. Caía
la tarde y a medida que el cielo se tornaba naranja, el recuadro seguía
negro. Rompiste una parte del cielo, le dijeron algunos. Otros decían que era
imposible romper el cielo de un pelotazo. Cayó la noche y el cielo oscuro
combino con el recuadro negro. Acamparon allí. Esperaron hasta el amanecer,
para verificar el daño ocasionado. Y efectivamente, el recuadro negro seguía
allí. Hasta que uno dijo, rompe paga. Y el pensó, habrá que saldar cuentas con
Dios entonces.
Si uno tuviera la capacidad de escribir todo lo que imagina o piensa, no habría libro posible, por lo menos para mí, ya que la mayoría de las veces mis escrituras son abstractas e inconexas, en resumen, son cuentos aburridos.
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miércoles, 9 de febrero de 2022
Cielo casi estrellado
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