Y si... el destino es así, me
dijo un amigo. A veces viene, a veces se va, y cuando tiene ganas, te deja
tirado. Pero cuando vuelve, preparate, porque todo lo que tenías pensado
te lo cambia en un abrir y cerrar de ojos. ¿Pero cómo? ¿Cuándo vuelve? ¿Cuándo
se fue? le pregunte yo. Y si... la cosa es así, me respondió, un día crees que
las cosas están bien, que nada va a cambiar, ni tus horarios, tus proyectos,
pero cuando te acostumbraste a tu ritmo de vida, de pronto aparece de la nada y
te lo cambia todo. Jodido el destino eh, jodido. Raro, porque es
masculino, si fuera ¨la destino¨ te lo aceptaría, pero el destino es masculino
y esto entre hombres no se hace. Se dió media vuelta y llamó al mozo.
¿Una copa más de vino puede ser? ¿Entre hombres? Pensé, y si, está bien, el
destino es hombre, la muerte es mujer. ¿Pero que estoy pensando? Ya estoy casi
al borde de la locura, como mi amigo, que se sentó en mi mesa sin pedirme
permiso. De pronto su mirada se posó en mí. Me estaba observando. ¿Estaba
hablando solo y no estaba pensando? ¿Me habrá escuchado? ¿Quién estaba más loco
ahora? Volví a pensar, esta vez me aseguré de no abrir la boca. Silencio. De pronto,
caí en la cuenta, de que su teoría era verdad. Porque hace dos meses estaba
tranquilo y de pronto, todo mi mundo había cambiado. El destino se había ido,
pensé, pero ¿adonde? A buscar nuevas cosas para vos, me contestó. Acá tiene su
copa de vino, el señor va a tomar algo más, me preguntó el mozo
casi retirándose. Si, otra copa igual, gracias. Mirálo de esta
manera, me dijo, el destino puede cambiar, pero solo lo puede cambiar el
destino mismo, vos no. Interesante, le conteste, me parece bien, no me gustaría
tener semejante responsabilidad sobre mis actos, mira si me equivoco. No hay
equivocación, el destino es simplemente eso, destino, no existen dos caminos
como siempre nos hicieron creer, siempre hay uno solo, con curvas, subidas,
bajadas, eso es verdad, pero siempre el camino es uno solo. Y al final del
camino, siempre es la misma verdad. Y de pronto pensé en ella. En que ella era
mi destino. No, me contesto el, casi gritándome, ella es solo un pasajero
que te acompaña en tu trayecto, si llega al final mejor, y si no,
seguirás, como siempre, solo, porque no sé si te diste cuenta de que se nace y
muere solo. A mí me gustaría que llegue al final conmigo. Bueno, eso no depende
de vos, me contestó. ¿Y de quien depende entonces? Dejó su copa de vino y me
dijo seriamente: del destino. ¿Qué parte de esta conversación no entendiste?
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